Ya el pasado septiembre, con el registro de más de 1,000 balaceras antes del ‘Labor Day’, la ciudad de Nueva York registraba el año más violento desde 2015. Ahora, con las cuatro semanas que faltan por descontar de este agónico 2020 y luego de unos de los fines de semana de ‘Thankgving’ más sangrientos de la historia, todo apunta a un retroceso del sitial de la Gran Manzana como la urbe más densamente habitada y segura del país.
Hay varios indicadores: más de un 95.8% han aumento los tiroteos con respecto al año anterior y un alza del más del 38.4% en el número de víctimas fatales por impactos de bala.
Solamente el pasado noviembre se registraron 115 intercambios de disparos en contraste con 51 el año pasado en el mismo mes.
Sobre las estadísticas, los números fríos de las detonaciones y la sangre en el asfalto no hay discusión. Pero la controversia se convierte en un “monstruo de mil cabezas” cuando se trata de determinar qué tiene más peso en esta tendencia en una ciudad que siempre estuvo en una constante ‘línea de fuego’: pandemia de coronavirus, protestas por la brutalidad policial, reformas policiales y en el sistema de fianzas. Además, una crisis económica que roza lo trágico.
En las calles de vecindarios de El Bronx y Brooklyn, ambos condados subrayados desde marzo como los principales escenarios de las balas, los residentes tienen versiones encontradas acerca de qué ha puesto más detonantes al ascenso de la violencia y la muerte en las calles.
“El año de la violencia”
“Este ha sido el año de la violencia. No recuerdo tiempos de tantos problemas”, exclama en el sur de El Bronx la jubilada dominicana Milagros Trinidad, de 73 años, una de los miles de neoyorquinos que ha escuchado el estruendo de las balas en el vecindario de HighBridge, en el Condado de la Salsa.
“Tuvimos unos años tranquilos. Pero este 2020 todo se mezcló para que le quitaran poder a la policía. Yo llegué a esta ciudad en 1966 y nunca antes había escuchado tanto ataque a la autoridad. Ahora, vemos menos policías. ¡Es la verdad! Casi que para hablar con ellos hay que ir a las comisarías”, aseveró Milagros.
La isleña cuestiona que por el comportamiento de un grupo de funcionarios del Departamento de Policía de la Ciudad de Nueva York (NYPD) se haya puesto la etiqueta a todo un cuerpo de “racistas y criminales”.
“La discriminación viene de la Casa Blanca y eso reforzó ciertas conductas, pero eso no quiere decir que la Ciudad tenía que quitarle fuerza a nuestros funcionarios. Quienes pagan son los barrios pobres, que ahora tenemos menos protección”, dijo.
A cuadras de la residencia de Milagros las acciones criminales, presuntamente de pandillas, se pusieron muy calientes desde el inicio del verano. Y se calmaron un poco en octubre.
Junio abrió con dos hombres asesinados en el interior de un vehículo estacionado en la avenida Sedgewick de HighBridge. En las primeras semanas del verano la tasa de disparos remontó allí al 150%.