Saudades de principios de año

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Siempre he creído que las noches de enero son de bancarrota, no por la situación del bolsillo sino por la aventura emocional que nos dejan los festejos y las nostalgias de las navidades, tiempo indudablemente hermoso, quizás el más hermoso del año con esa mezcla de júbilo y tristeza en un aire suave.

Pero estas navidades solo han tenido la nostalgia habitual del Cascabel, Cascabel, lindo cascabel, o Feliz Navidad, Feliz año nuevo, se han agregado tristezas mayores que a veces parecen insuperables. Han sido las navidades más extrañas por atípicas, amargas en todo sentido, deprimentes, en toque de queda como en estado de guerra por el bien de todos, pues la guerra que el mundo está librando es la más terrible de las últimas décadas.

¡Qué terrible y que difícil se ha vuelto vivir en este mundo! Pero como no conocemos otro, estamos obligados a vivir en este con los pies bien puestos sobre la tierra, si deseamos vivir a plenitud.

Nunca he sido muy madrugador, pero ahora escribo de madrugada debido al insomnio, otra crisis desatada por la pandemia. No vale el aire acondicionado nuevo, las sábanas limpias, el silencio ni lo acogedor del cuarto, el Covid-19 ha jodido la vida de la humanidad, ha cambiado al mundo como nunca quizás nadie pensó y no me digan que es debido a que un chino se comió un murciélago o nada parecido.

Enemigo mortal, invisible y despiadado, no respeta razas ni credos, tampoco estatus económico ni clase social, es alimentado cada día por la ignorancia de quienes piensan que el toque de queda y las demás restricciones son medidas en contra de la vida.

Quisiera pensar que no ha sido la mano del hombre, pero no está demás pensar que esta maldita criatura es producto de una malsana inteligencia científica, un virus de laboratorio, una maldad del ser humano contra sí mismo que está pesando a toda la humanidad, consecuencia de un juego irresponsable y maldito.

La vida es afán, dice Ortega y Gasset, afán constante, y así lo creemos quienes hemos sido beneficiados con el conocimiento del amplísimo repertorio de ideas y conceptos del gran español. Pero lo que nos tiene desterrados no es retórica ni juego, sino una amenaza de extinción como ha dicho un prestigioso pensador y científico norteamericano.

La raza humana se destruye a sí misma, se hiere, se golpea, se suicida, se miente, se calumnia. Tiempos son estos que han perdido el posible esplendor de la sabiduría y de la vida sana. Las realidades parecen estar matando las más bellas ilusiones, tronchando caminos que ayer fueron transparentes y promisorios y que en este difícil momento no son más que las nebulosas de un futuro impropio y terrible.

¿Contra quién pelear ahora que no sea el jodido Covid-19? No hay por el momento ninguna posibilidad, ni aquí ni en el fin del mundo (si es que tiene fin) de ser ajeno ni indiferente, pues cada día amanecemos más arrodillados, más impíos aun cuando más clamamos a Dios. Ahora, confiamos en la vacuna y esperamos ver los resultados.

Duele, sin embargo, saber que hay especuladores beneficiándose de esta tragedia, de esta realidad tan terrible y dolorosa, dentro y fuera del gobierno.

Si ahora en California están muriendo como pajaritos a razón de una persona cada dos minutos, según estadísticas difundidas por CNN, y los países desarrollados han cerrado numerosas actividades, ¿qué, demonios, puede pensar un mortal insomne de este lado del mundo?

Solo vivir a la defensiva, tratar de ser comprendido por los demás de la casa, repetir que por diversas razones si nos contagiamos vamos a morir terriblemente solos; advertir esas posibilidades -que son enteramente ciertas-.

La nostalgia y la desilusión matan tanto o más que la diabetes o el cáncer, pero esta es una nostalgia que contiene el veneno de la desidia, de sentirse traicionado y de no volver a ser jamás ni sombra del recuerdo de lo que fuimos. No es retórica ni un simple decir sino pura y dolorosa realidad.

Preocupa creer con firmeza que las autoridades dominicanas están mintiendo cuando hablan del asunto. Una cosa dice el presidente de la república y otra, muy distinta, dice el gabinete social y también la realidad.

Mientras el presidente afirma que el virus está en su nivel más bajo, el colegio médico dice lo contrario y ya escasean las pruebas y las camas en las unidades de uci. El gobierno asume ahora una posición y días después recula, hace lo contrario, se contradice, parece no estar nada claro.

Es natural, entonces, que nos preocupe esa incoherencia y que, definitivamente, se tomen las restricciones necesarias, con todas sus consecuencias, porque de no hacerlo jamás volverá el país a ser lo que era y ahí así es verdad que se van a quebrantar la economía y la producción de este país que, desgraciadamente, vive sufriendo los desaciertos de muchas autoridades.

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