Jimenes Grullón y el Nuevo Exilio

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En su prólogo a la obra de Juan Isidro Jimenes Grullón La República Dominicana (Análisis de su pasado y su presente), editada en La Habana en 1940, Juan Bosch plantea que, para el autor, “los males dominicanos se deben a la explotación que a lo largo de la historia nacional ha ejercido una casta minoritaria, secuestradora de la libertad del pueblo, de su economía y de sus derechos más elementales”.

Afirmación tan rotunda, la amplía Bosch indicando que, “generalmente esa minoría ha estado encabezada por un hombre de garra sostenido por la tropa, y los profesionales de la política. Al correr del tiempo una nueva fuerza se unió a esas. Fue el imperialismo extranjero, que, en su actual forma de invasión financiera, empezó a dejarse sentir en el país hacia el inicio del último tercio del siglo XIX.”

Jimenes Grullón (1903-1983) descendía de Manuel Jimenes, su bisabuelo, presidente de la República entre 1848/49 y de Juan Isidro Jimenes, su abuelo, en dos ocasiones presidente y líder del Partido Liberal que, junto al Nacional de Horacio Vásquez, dominaron la escena de las tres primeras décadas del siglo XX. Inició estudios de Derecho que abandonó para realizar la carrera de Medicina en París, entre 1923/29.

Al regreso, ejerció en Santo Domingo junto al Dr. Luis Eduardo Aybar, y en Santiago, donde promovió entidades culturales y de educación popular. Formó parte conspicua –junto a un grupo variopinto que integraba profesionales, obreros, estudiantes, hombres de acción armada- del complot para dar cuenta del presidente Trujillo, en el Centro de Recreo de Santiago en 1934. Procesado y condenado, guardó presidio en Nigua junto a otros conjurados. Ver Una Gestapo en América, Vida, tortura, agonía y muerte de presos políticos bajo la tiranía de Trujillo, La Habana, 1946.

Indultado en 1935, Jimenes Grullón se trasladaría a Puerto Rico -donde quedaría flechado por el talento y el encanto de la poetisa Julia de Burgos, quien le conoció durante una conferencia. En Borinquen, Cuba, Venezuela y Estados Unidos, realizaría intensa labor antitrujillista, engrosando una nueva generación de exilados con visión doctrinaria diferente a la de los actores de la vieja política caudillista, representada por el horacismo, el jimenismo, el progresismo y el republicanismo.

Con orientación antiimperialista y nacionalista revolucionaria (al estilo del Partido de la Revolución Mexicana y el APRA del Perú), participaría en la fundación del PRD en La Habana en 1939. Uniéndose a este fin con Juan Bosch, quien llegó a Puerto Rico en 1937, al dinámico médico cubano-dominicano Enrique Cotubanamá Henríquez (de la segunda camada procreada por el Dr. Francisco Henríquez y Carvajal), y otros exilados como el Dr. Leovigildo Cuello, el abogado Virgilio Mainardi Reyna, Romano Pérez Cabral, Buenaventura Sánchez Féliz, Ángel Miolán, Alexis Liz. El PRD sería la fuerza política mejor vertebrada del exilio, con presencia en La Habana, Santiago de Cuba y otras cabeceras, Puerto Rico, Venezuela, Curazao y Aruba, Nueva York.

Ganaría reconocimiento en la política cubana, en especial del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) que gobernó desde 1944 con Grau San Martín hasta 1952 con Carlos Prío, del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) del senador Eduardo Chibás, favorito para ganar las elecciones abortadas por el golpe de Batista de 1952. Por grupos sindicales y estudiantiles, medios de prensa como Bohemia, académicos y culturales.

En Venezuela, Costa Rica, Puerto Rico, Perú, México, el PRD establecería nexos con organizaciones del calibre de Acción Democrática, Partido Liberación Nacional, Partido Popular Democrático, Partido Aprista Peruano, Partido Revolucionario Institucional. Con la ORIT de Serafino Romualdi y la CTAL de Lombardo Toledano, con quien Miolán trabajó directamente en México. Con entidades pro democracia alentadas por la activista Frances Grant y el Instituto Internacional de Relaciones Laborales presidido por el socialista norteamericano Norman Thomas.

El activismo político de Jimenes Grullón fue multifacético, como lo evidencia la carta que el 20/03/1937 remitió al director del Diario de Cuba, de Santiago de Cuba, en reacción a una carta del cónsul dominicano en dicha ciudad que lo aludía. Ilustrativa de las campañas contra Trujillo. Con un balance de cuentas entre las prominentes familias Jimenes y Henríquez. Entrando en materia.

“Le aseguro que la mencionada carta del Cónsul dominicano me produjo un sentimiento de lástima. Conozco bastante bien al señor Henríquez, así como a buen número de sus familiares; muchos de ellos fueron o son timbre de orgullo y honor para la Patria. Me consta, además, que el señor Henríquez no ignora la vida y las ejecutorias de mis ascendentes habiendo sido él, como lo fue, partidario sincero de los ideales civilistas que representó mi abuelo, Juan Isidro Jimenes, en las luchas políticas del pasado. También conoce a fondo a mi padre y a mí mismo.

“Él sabe a ciencia cierta que mi padre, en varias ocasiones secretario de Hacienda de la República Dominicana, no se manchó nunca con el oro del peculado. Sabe, además, que mi abuelo, después de haber sido millonario y dos veces presidente de aquella República, murió en la más absoluta miseria. Y no ignora tampoco que yo mismo podría estar en estos momentos gozando de buenas prebendas y altas posiciones, si hubiera mostrado la más ligera disposición a apoyar el oprobioso régimen de Trujillo. Algo, sin embargo, nos impidió -tanto a mí como mi padre- inclinar la cabeza frente a la tiranía y prestarle nuestra cooperación a un gobierno que consideramos monstruoso. Ese algo, señor director, se llama la voz de la conciencia…

“Nuestras conciencias de hombres decentes y honrados se rebelaron frente al doloroso panorama de la actual realidad dominicana. Y preferimos la amargura y la miseria del exilio a ser comensales en un festín donde sólo se ingiere pan manchado de sangre, latrocinios e iniquidades. Eso lo sabe muy bien el señor Henríquez. Allá en su fuero interno existe forzosamente ese íntimo convencimiento”.

“No puedo consentir, pues, señor director, sin manifestar mi más viva protesta, que se sugiera –como lo hace el cónsul en su carta– el que la labor de puntualización que yo vengo realizando sobre la situación dominicana del presente, tiene fines ‘especulativos’. Esa palabra ‘especulación’ no la conozco yo ni la conoce ninguno de mis antecesores. Pena me da que el señor Henríquez la utilicé a sabiendas de que peca de inexactitud y hasta de injuria. Ello nos demuestra una vez más el grado de oscurecimiento a que llegan las almas cuando esgrimen la defensa de causas innobles. Yo admito que el señor Henríquez apoye, con el fin de asegurar su posición –obedeciendo al refrán hoy popular en mi tierra: quien no adula al jefe no está seguro en su puesto–, al régimen de violencia que actualmente representa. Pero no puedo permitir que utilice armas como el insulto personal contra hombres de cuya honradez y sinceridad él tiene conocimiento pleno.

“Sobre los artículos y trabajos laudatorios a que hace referencia poco tengo que decirle, bien sabe usted que en mi desgraciada patria se han conculcado todos los derechos y nadie puede expresar de modo franco y abierto su pensamiento. El único partido político existente es el de Trujillo: los ciudadanos a la fuerza se ven obligados a pertenecer a él y ¡ay de aquellos que hagan ligeras críticas o manifiesten opiniones hostiles! Las cárceles o los sicarios responderán”.

“Presenciamos allí una centralización total de las actividades públicas en manos del tirano. Para poder vivir en paz se necesita hacer ‘continuas demostraciones de adhesión’. Trujillo –a quien le importa menos el ser que el parecer– coacciona con el fin de dar la impresión de que el pueblo entero lo apoya. No hay abogado, ni médico, ni comerciante que se niegue a sus mandatos: tienen que firmar panegíricos traídos por los acólitos y cooperar a todos los actos homenajes… Esa es la realidad. Aquello es una ‘farsa’ siniestra, una amarga ‘tragicomedia’. Ya usted podrá comprender el valor que tienen los testimonios emitidos en esas condiciones, o los que brotan de plumas extranjeras mercenarias.

“Reitero en todas sus partes, como ‘hechos absolutamente ciertos’ las afirmaciones que hice en el curso de mi conferencia sobre las condiciones férreas de la tiranía, y respecto a la monopolización y el acaparamiento de la riqueza pública por el tirano. ¡Qué doloroso es leer de la pluma de un hijo de Federico Henríquez y Carvajal, la palabra ‘honestidad’ aplicada al actual gobierno! A veces es preferible callar, que afirmar de modo tan contundente, cosas que la conciencia sabe inciertas.

“Pues no es en mi tierra misterio para nadie que Trujillo monopolizó la sal para su provecho, se interesó en la compañía distribuidora del azúcar, controla la producción de cigarros, es dueño de la mejor zapatería nacional, y de las más ricas fincas, acaparó en la Capital la venta del ganado, posee las mejores lecherías e industrias derivadas, se adueñó últimamente de la más reputada fábrica de muebles, le montó a su señora una ferretería que trabaja a precios sin competencia; y, en unión de sus hermanos, mantiene toda una serie de monopolios sobre pequeños negocios e industrias. El empresario, debido a estas medidas, ha perdido su libertad. Además, Trujillo percibe $50,000 por gastos de representación y el 10% de los sueldos de los empleados públicos en su calidad de jefe del Partido Dominicano. El señor cónsul sabe que su asignación mensual le llega mermada por esa causa.

“Mucho más podría decirle, pero no quiero abusar de su hospitalidad. En un libro que tengo ya casi terminado y que intitulo ‘La Repúb lica Dominicana (Ensayo político-sociológico)’, analizo científicamente todos estos hechos, con la sinceridad que me caracteriza. Como dominicano probo no puedo permitir que en el exterior se desvirtúe la actual realidad de mi patria.”

Y así discurre en el cierre de su misiva el Dr. Jimenes Grullón.

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