Mis huellas en las arenas del tiempo

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Cuando imprimo huellas en los senderos de arena de mi vida, veo como la pleamar muere en ellas y luego se retira para volver a la vida.

Lo interesante de este ciclo es que es eterno y no ofrece muchas alternativas.

El poder, a través de nuestra historia republicana, se ha comportado como esas pleamares y bajamares. La pena es que los que lo ostentan creen que nunca van a morir. Se creen ungidos y predestinados, solo por el hecho de tener áulicos pagos que se lo repiten una y mil veces. De repente se convierten en agentes del latrocinio, genocidio y otras lindezas sociales; poseen una óptica sumamente miope y con un astigmatismo emocional increíble.

Se llegan a creer que ¨palacio¨ es una palabra mágica, como mantra engendrado en el olimpo del poder, que otorga patente de corso a todos sus ocupantes. Es como si de repente desapareciera el ámbito nacional y solo existiera ese elíseo de donde emanan todos los edictos y normativas hacia una masa amorfa, servil e irredenta.

Sus corifeos, actores y secuaces, se solazan dentro de las paredes vetustas y frías, de esa estructura bizantina, cual cadalso histórico de oblicuas veleidades revestida del más fosco sentir y accionar de nuestra cotidianeidad contemporánea.

Sus muros se convirtieron en un paredón de principios y sentires, que hoy engullen los más peregrinos deseos de bisoños actores, ya casi a ser poseídos por este sortilegio tenebroso.

El ciudadano común, que también traza huellas en los senderos de arena de sus vidas, ven como de repente se le acaban los adalides de antaño, donde el cura de la parroquia; el jefe de puesto militar; el educador del colegio y los ancianos de la comunidad, eran los puntos de referencia, apoyo y orientación, para las situaciones difíciles que se presentaban, en el día a día. Hoy es el narcotraficante, del entorno comunitario, el que ¨resuelve¨.

Hemos visto también como nuestro sistema básico de enseñanza produce masivamente analfabetos ilustrados que entran a la universidad con enormes deficiencias en el dominio del lenguaje y las ciencias naturales; ni hablar de una incompetencia descomunal en las matemáticas.

La cultura de la lectura, que es el pilar de sostén para poder desarrollar el entendimiento objetivo e incisivo del acontecer nacional, se echó por la borda, al país adoptar esquemas de enseñanza ¨globalizantes¨ y sepultar el sistema Hostosiano de enseñanza básica completa, con sus escuelas normales. Estas escuelas, desarrollaban el conocimiento crítico y constructivo del alumno; inclusive, el bachiller graduado podía enseñar hasta el séptimo grado de primaria. En otras palabras, la cantera y oferta de educadores estaba garantizada. Hoy día: ¡Burundanga!

Lo anterior, se ha convertido en una cotidianeidad muy peligrosa, donde el afán de lucro se ha convertido en el nuevo paradigma de la juventud.

Los jóvenes ven con una curiosidad malsana, como quedan impunes los agentes del latrocinio estatal y tratan de entronizar estos hábitos emanados de un accionar político-partidista.

Los modelos clientelares, aplicados al ejercicio de la política, crean falsas expectativas sobre un supuesto bienestar que otorgan las mieles del poder. De la nada surgen las entrevistas pagas, las llamadas oportunas, la discrecionalidad de los nombramientos, la disponibilidad de medios de trasporte impensables, el uso antojadizo de los plásticos bancarios, las miradas libidinosas de un personal sumiso y loco por tener esos mismos privilegios a cualquier costo, etc.

Esos instrumentos del poder intoxican a muchos arribistas políticos cuyos orígenes domésticos y comunales dejan mucho que desear.

El humilde activista político de antaño se convierte en el mecenas del presente.

No todo el mundo posee la entereza moral para poder administrase dentro de este esquema político-clientelar. Las falencias morales intrínsecas salen a relucir de inmediato llegando inclusive al latrocinio, acoso sexual, vendettas personales, etc.

Si no existe un sistema de enseñanza integral, donde el alumno pueda tener acceso al pensamiento crítico y constructivo, tendremos siempre una cantera inagotable de políticos corruptos y de adláteres impenitentes, que aúpan este tipo de conducta antisocial, en detrimento de nuestra soberanía y estabilidad social y económica.

¡La inequidad social NO se resuelve con un Pacto Fiscal, se resuelve con la entronización de un Régimen de Consecuencias!

En fin, solo una pleamar incluyente y severa, nos puede devolver, en una próxima ola, la esperanza de llenar nuestras huellas en los senderos de arena que hoy transitamos.

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